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BELLEZA INTERIOR

Actualizado: 14 nov


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Quien soy, es el primer cuestionamiento que debemos hacernos. QUIEN SOY YO no se trata de saber cuál es nuestro nombre, de dónde venimos, cuál es nuestra línea generacional, sino qué realmente nos define. En particular SOY HIJA DE DIOS, esa declaración para mí reúne todo lo que soy: Creada por el Dios todopoderoso, a su imagen y semejanza, con identidad única, historia única, perfectamente imperfecta, con dignidad y espacio únicos…

La belleza interior no se mide por la simetría de un rostro o la perfección de una figura. Se irradia a través de nuestras acciones, nuestra bondad, nuestra empatía, nuestra integridad y nuestra capacidad de amar y conectar con los demás. Una persona con una rica vida interior ilumina cualquier espacio con su calidez y autenticidad. Cultivar esta belleza requiere nutrir nuestra mente con conocimiento, nuestro espíritu con experiencias significativas y nuestro corazón con amor y compasión.

Pero, ¿cómo podemos cultivar esa belleza si no sabemos quiénes somos realmente? En la vorágine del día a día, a menudo nos dejamos llevar por las expectativas de los demás, por los roles que nos toca desempeñar, y perdemos de vista nuestra esencia. Tomarse el tiempo para la introspección, para explorar nuestros valores, nuestras pasiones, nuestros talentos únicos y también nuestras vulnerabilidades, es crucial. Pregúntate: ¿Qué me apasiona? ¿Qué me da energía? ¿Cuáles son mis principios innegociables? ¿Qué me hace sentir vivo? Conocerse a uno mismo es un viaje fascinante y continuo, lleno de descubrimientos que nos permiten vivir de manera más consciente y alineada con nuestra verdad.


Aceptarme como Soy - El Viaje Hacia la Autocompasión

Una vez que comenzamos a vislumbrar quiénes somos, el siguiente paso, a veces el más desafiante, es aceptarnos como somos.

Aceptarnos como somos va mucho más allá de simplemente tolerar nuestros defectos. Implica abrazar la totalidad de nuestra persona. Esto implica abrazar nuestras luces y nuestras sombras, nuestras fortalezas y nuestras debilidades, nuestros logros y nuestros errores, nuestras peculiaridades y nuestras virtudes. Significa reconocer que somos seres humanos en constante evolución, con una historia única que nos ha moldeado.. Nadie es perfecto, y la belleza radica precisamente en nuestra singularidad, en esas pequeñas "imperfecciones" que nos hacen únicos. La autoaceptación no significa resignación, sino un acto de profunda compasión hacia nosotros mismos. Es liberarnos del peso de la autocrítica constante y permitirnos ser humanos, con nuestras propias historias, ritmos y procesos. Cuando nos aceptamos, florecemos con mayor libertad y autenticidad.


Desafiando la autocrítica constante:

A menudo, somos nuestros peores jueces. Una voz interior implacable nos señala cada error, cada inseguridad, alimentando sentimientos de insuficiencia. La autoaceptación comienza por tomar conciencia de esta voz crítica y aprender a silenciarla con amabilidad. Pregúntate: ¿Le hablaría así a un amigo? Probablemente no. Entonces, ¿por qué nos tratamos a nosotros mismos con tanta dureza?


Abrazando nuestras "imperfecciones": El mundo nos vende una idea de perfección que es inalcanzable y, francamente, aburrida. Son nuestras singularidades, esas pequeñas "imperfecciones" que nos hacen diferentes, las que nos otorgan carácter y autenticidad. En lugar de luchar contra ellas, podemos aprender a verlas como parte de nuestra belleza única. ¿Y si esa timidez es también una capacidad de escuchar profundamente? ¿Y si esa sensibilidad es también una fuente de gran empatía?


Practicando la autocompasión: La autoaceptación se nutre de la autocompasión. Esto significa tratarnos con la misma gentileza y comprensión que le ofrecemos a alguien que queremos cuando está sufriendo o comete un error. Implica reconocer nuestra humanidad compartida: todos experimentamos dificultades, todos cometemos fallos. Permitirnos sentir nuestras emociones sin juicio y ofrecernos palabras de aliento son actos poderosos de autoaceptación.


El poder liberador de la autoaceptación: Adentrémonos en un viaje muy personal y fundamental: el camino hacia la autoaceptación. Este proceso no es un destino al que llegamos de repente, sino más bien una exploración continua de nosotros mismos con una dosis generosa de compasión. Cuando realmente nos aceptamos, nos liberamos del peso de la constante comparación y de la necesidad de la aprobación externa. Nos permitimos ser vulnerables, auténticos y vivir con mayor plenitud. La autoaceptación es la base sólida sobre la cual podemos construir una autoestima genuina y relaciones más saludables con nosotros mismos y con los demás.


Defender lo que soy - Afirmando mi autenticidad

Antes de iniciar este capítulo tengamos claro estos términos:

Autoridad: La autoridad se distingue del poder por su legitimidad, es decir, por ser socialmente reconocida y aceptada. Una persona con autoridad puede tomar decisiones que se esperan que los demás sigan, ya que su posición o conocimiento les otorga esa capacidad. La autoridad se basa en el respeto, la confianza y la aceptación de la legitimidad de esa persona.

Soberbia: La soberbia, por otro lado, es una actitud de creencia en la propia superioridad, una exagerada valoración del ego y una búsqueda constante de reconocimiento y admiración. La persona soberbia tiende a menospreciar a los demás y a ver su propia opinión como la más correcta. La soberbia se caracteriza por la falta de humildad, la arrogancia y el deseo de destacar a cualquier costo.

Una vez que hemos comenzado el camino de la autoaceptación, emerge naturalmente la necesidad de afirmar y defender lo que somos en el mundo. Esto no se trata de erigir muros defensivos, sino de vivir con autenticidad y valentía, honrando nuestra verdad interior.


Conociendo mis valores y principios: Comienza por tener claridad sobre nuestros valores fundamentales y nuestros principios innegociables. ¿Qué es lo realmente importante para mí? ¿Qué creo que es justo y correcto? Conocer nuestras convicciones nos da una brújula interna para navegar por las diferentes situaciones de la vida y defender aquello en lo que creemos.

Estableciendo límites saludables: Establecer límites claros en nuestras relaciones y en nuestras interacciones con el mundo. Significa decir "no" cuando es necesario, proteger nuestro tiempo y nuestra energía, y no permitir que otros nos falten al respeto o nos impongan sus expectativas. Establecer límites no es egoísmo, sino un acto de amor propio y de respeto hacia nuestra propia integridad.

Expresando mi verdad con valentía: Defender lo que somos a menudo requiere expresar nuestras opiniones, nuestras necesidades y nuestros sentimientos de manera clara y respetuosa, incluso cuando es difícil o cuando enfrentamos oposición. No se trata de ser agresivos, sino de comunicar nuestra verdad con firmeza y convicción. Nuestra voz es valiosa y merece ser escuchada.

Enfrentando la presión externa: El mundo a menudo nos presiona para que encajemos en ciertos moldes o para que adoptemos ciertas creencias. Defender lo que somos implica tener la valentía de mantenernos fieles a nuestra propia identidad, incluso cuando esto significa ir contra la corriente. No necesitamos la aprobación de todos para ser válidos. Nuestra autenticidad es nuestra mayor fortaleza.

Convirtiendo la vulnerabilidad en fortaleza: Defender lo que somos no significa ser invulnerables. De hecho, a menudo se requiere mostrar nuestra vulnerabilidad con valentía. Ser auténticos, con nuestras imperfecciones y nuestras emociones, nos conecta de manera más profunda con los demás y nos permite construir relaciones más genuinas.

Un acto continuo de autoafirmación:

Defender lo que somos no es un evento único, sino un acto continuo de autoafirmación. Requiere conciencia, valentía y coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Al defender nuestra autenticidad, no solo nos honramos a nosotros mismos, sino que también inspiramos a otros a hacer lo mismo.


Finalmente, una vez que nos conocemos y nos aceptamos, surge la necesidad de defender lo que somos. Esto no implica agresividad o confrontación constante, sino más bien una firmeza tranquila en la expresión de nuestros valores, nuestras creencias y nuestra identidad. Significa establecer límites saludables, decir "no" cuando es necesario y alzar la voz contra la injusticia o cuando nuestros principios son vulnerados. Defender lo que somos es un acto de amor propio y de respeto hacia nuestra propia existencia. Es mostrar al mundo nuestra autenticidad sin disculpas, sabiendo que nuestra voz y nuestra perspectiva son valiosas.


En conclusión, aceptarnos como somos es el cimiento, y defender lo que somos es la expresión valiente de esa aceptación en el mundo.


La belleza interior es el faro que guía nuestras acciones. El autoconocimiento es el mapa que nos orienta en la vida. La autoaceptación es el abrazo que nos permite crecer con gracia. Y la defensa de lo que somos es la declaración de nuestra valía en el mundo.

Pero cultivar esa belleza interior y defender nuestra autenticidad también implica nutrir nuestra mente y expandir nuestras capacidades. En un mundo en constante evolución, el conocimiento es poder.

Por eso, te animo a considerar la informática como una herramienta poderosa para tu desarrollo personal y profesional. Aprender sobre tecnología, programación, o el manejo de herramientas digitales no solo abre puertas en el ámbito laboral, sino que también estimula tu creatividad, fortalece tu pensamiento lógico y te permite desarrollar nuevas facetas de tu ser. Es una inversión en tu mente y en tu futuro, que te empodera para enfrentar los desafíos de la vida con mayor confianza y habilidad. Las herramientas digitales son un apoyo que pueden potencializar tus conocimiento y monetizarlos.

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